Prostitutas y Burdeles en el Centro de Cali - 2013
- Marla Caicedo
- 15 abr 2018
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 19 jun 2019
Miradas vacías, rasgos deformados y almas conturbadas. Una mirada incisiva
al crudo mundo nocturno del centro caleño, a la vista de todos y al amparo de nadie.














"Mari Luz de pierna cruzada, mira y mira para cada esquina observando que va caer; Juan Fernando, con ganas de un polvo ligero, sale con el tiempo contado, media hora de almuerzo que se torna justamente para una follada. Al salir de su oficina, no piensa en otra cosa que la niña que vio el día anterior en la 16, sentada, íntimamente solitaria, melancólica; sus gestos se confunden con la piel tersa que esconde y se vende a tan buen precio. ¡Treinta mil y una buena mamada a diez mil!, Fernando no discute semejante oferta. Pensando en el vídeo porno de su amiga Yadira, la ¡chupa pijas!, espera que sea similar, y que por lo menos la verga se le ponga erecta. Él, divagando en sus más retorcidos y asquerosos deseos, accede a comprar el servicio. Mari luz por lo tanto en el vaivén de su oficio casi desmayada, pálida, inerte, muerta, él corriendo del sitio llega a su oficina donde tiene el orgasmo justamente delante del portero. Una jornada exhausta.
El olor es intenso, como las calles húmedas de Cali. Olor a semen y fluidos un tanto embriagadores, pero no tanto, con la mirada ausente, perdida, melancólica y fugitiva de una señora que podría ser mi abuela. En el burdel bailan muchas mujeres y ríen, una risa entre dicha, a carcajadas se ríen, como si se burlasen de sus propias vidas. Los cerdos malolientes: camioneros y carniceros, destilan su arrechera de tal forma que me dan ganas de vomitar. Justamente condenso mi atención despiadadamente en dos mujeres, una un tanto vieja y la otra joven, como madre e hija. Las dos conversan sin dejar de mirar a su alrededor, estando siempre disponibles a cualquier cretino que se las quiera follar. Mientras tanto, tomo un par de cervezas, observo cada rincón, cada señal emitida por cada uno de los habitantes de este lugar. Se acerca una chica preguntando que si se me apetecía un baile, pero no era lo que yo deseaba. Sus pupilas escondidas y mis deseos de dibujarla, me llevaron a preguntar si estaba disponible por treinta minutos, dijo sí, como quien se lleva una sorpresa. Al entrar al cuarto, me preguntó que quería. Yo le contesté, desnúdate y te abalanzas en la cama. Acostada en el catre como esperando, le dije que la iba a dibujar, ella consternada y un tanto extasiada me dijo que por su puesto. Empecé a dibujarla mientras ella, incómoda, me miraba. Me observaba como si quisiera olvidar un poco el ambiente. Un tanto agotada, cayó dormida, en el sueño más preciado, soñaba cómo jugaba con su hermana. Al terminar salí, y la dejé dormida. La despertó un cerdo, cruelmente metiéndole la polla por el culo. Ella gritó con un clamor de dolor, no físico, sino un suplicio del alma, algo que ya no podía detener.
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